miércoles, 2 de mayo de 2012

Los problemas sociales de Bolivia no se solucionarán con las armas


Bolivia, como todo el mundo sabe, es un país con grandes problemas derivados de su situación de atraso relativo en el desarrollo socieconómico.

Sin embargo, se permite gastar en sus Fuerzas Armadas los millones de dólares que debieron haberse invertido en superar esa dramática situación. A la pregunta ¿por qué?, solamente le cabe una respuesta de sencillez escolar: porque para el régimen de Evo Morales es más urgente, en este momento, armarse que resolver esos problemas sociales. Si su régimen tambalea en algún momento, debido precisamente a la ineficacia para resolver los problemas sociales básicos, si la sociedad boliviana se divide y se enfrenta entre sí por motivos ideológicos, localistas o partidarios, Evo podrá echar mano a un conflicto militar con algún país vecino, recurso que siempre sirve para suspender los conflictos internos y cohesionar a la población en torno a un enemigo o peligro externo común, real o inventado. Pero ¿podrá acaso el ejército boliviano enfrentarse a los de Brasil, o de Chile, o de Argentina? Nada de esto es militarmente plausible. Queda pues una sola opción: el Paraguay. Es la víctima ideal. Débil, desarmado, gobernado por camaradas suyos, es la presa adecuada para los renovados ejércitos bolivianos.Bolivia, es decir, el gobierno de Evo Morales y su partido "Movimiento al Socialismo", están gastando cuantiosos recursos públicos en armamento bélico y equipamiento de bases militares. Disponen de numerosas tropas distribuidas en un amplio territorio que coincide con el arco de la línea fronteriza con el Chaco paraguayo. No se consideran obligados a dar explicaciones a ningún otro Estado, incluyendo el nuestro, que a simple vista aparece como el más amenazado por esta súbita expansión militar.    

Bolivia, como todo el mundo sabe, es un país con grandes problemas derivados de su situación de atraso relativo en el desarrollo socioeconómico. Posee vastas zonas rurales y montañosas sin acceso a los beneficios de obras públicas, salud, educación, fomento de las actividades económicas y otras necesidades básicas. Sin embargo, se permite gastar en sus Fuerzas Armadas los millones de dólares que debieron haberse invertido en superar esa dramática situación.    

A la pregunta ¿por qué? solamente le cabe una respuesta; una respuesta de sencillez escolar: porque para el régimen de Evo es más urgente, en este momento, armarse que resolver esos problemas sociales.    

Esta evidencia podría ser seguida de otras hipótesis; por ejemplo: si le es más urgente armarse y contentar a los militares que solucionar urgencias sociales y mejorar las condiciones básicas de bienestar de los campesinos pauperizados, es debido a que en este momento necesita mucho más de los uniformados que de esos campesinos. Pero, ¿para qué podría estar necesitándolos con tanto apremio?    

Hay dos posibles respuestas a esta cuestión, aunque ambas no se excluyen recíprocamente. Una, porque quiere fortalecer sus "quinientos años de socialismo" en un régimen político sostenido por las Fuerzas Armadas, tipo la dictadura de Stroessner, basado en la trilogía de hierro que le decían: partido, gobierno y Fuerzas Armadas. La famosa fórmula de "los votos y las botas" que tanto éxito proporcionó a muchos dictadores latinoamericanos y africanos. La otra, porque si su régimen tambalea, debido precisamente a la ineficacia para resolver los problemas sociales básicos e impulsar el desarrollo económico –que es lo más probable porque el sistema neomarxista que está implementando en su país ha fracasado en donde se lo impuso–, si la sociedad boliviana se divide y se enfrenta entre sí por motivos ideológicos, localistas o partidistas, Evo podrá echar mano a un conflicto militar con algún país vecino, recurso que siempre sirve para suspender los conflictos internos y cohesionar a la población dividida en torno a un enemigo o peligro externo común, real o inventado. En este caso, será un peligro o un enemigo inventado, por supuesto, porque Bolivia no los tiene en la realidad. Y si Evo y sus Fuerzas Armadas tienen que inventar un enemigo externo, ¿adónde irán a buscar uno? ¿Cuál será el pretexto? ¿Revolverán la historia para desempolvar viejos antagonismos y hacer revivir reivindicaciones sepultadas por los hechos, los años, los tratados y el peso de la Historia misma? ¿Pondrá acaso sus ejércitos en la frontera con el Brasil para reclamarle los miles de kilómetros que el imperio luso-brasileño les arrebató en el Acre; o el pedazo de ribera sobre el río Paraguay que los brasileños negaron prepotentemente a los bolivianos y el que el Paraguay tuvo que cederles fraternamente en 1938? ¿O tal vez se decidan a poner sus cañones apuntando hacia Chile, para recuperar su litoral marítimo? ¿O hacia la Argentina, para reivindicar los territorios perdidos con la creación del virreinato del Río de la Plata? 

Nada de esto es militarmente plausible. Ninguna de estas hipótesis tiene posibilidades de ser realista y prometedora. Queda, pues, una sola: el Paraguay. Es la víctima ideal. Débil, desarmado, gobernado por camaradas suyos, ingenuos y casi totalmente desconocedores de la historia. El Paraguay, país donde Evo ya tiene seguidores ideológicos –un partido progubernista local, el P-MAS, es el mismo que el del presidente boliviano– capaces de sostener su propaganda seudopacifista y sus demás engañifas, es la presa ideal para los renovados ejércitos bolivianos, mirando todos hacia nuestras fronteras, aguardando el momento adecuado para plantear la crisis. 

¿Qué deberíamos hacer los paraguayos? ¿Lanzarnos a una similar enloquecida carrera armamentista, para la cual no tenemos recursos económicos ni hombres adiestrados ni vocación belicista? Sería una estupidez, aunque un resguardo adecuado de nuestras fronteras con unidades bien adiestradas en inteligencia sería ideal. Pero, afortunadamente, tenemos otras opciones.    

Podríamos, por ejemplo, buscar aliados suficientemente fuertes como para desalentar todo intento aventurero de un ejército como el de Evo Morales, al que ahora se le ordena saludar blandiendo el puño cerrado, antiguo y conocido símbolo de prepotencia y agresividad. Sin gastar lo que no tenemos en contrapesar el armamentismo belicoso de Morales, bien podríamos firmar con otros países tratados de cooperación militar como el que la misma Bolivia tiene con Venezuela, o este país con Irán, y aceptar en nuestro territorio del noroeste chaqueño una presencia militar extranjera, de suficiente respetabilidad como para que nadie sea tan loco de aproximarse con malas intenciones. Es una solución inteligente, sencilla, conveniente desde todo punto de vista (comenzando por el económico), pero en extremo delicada teniendo en cuenta la estabilidad de las relaciones diplomáticas regionales. 

Y ahora viene la pregunta final: ¿Es suficientemente lúcido y patriota el régimen de Fernando Lugo como para ver, entender y reconocer el grave peligro que se cierne sobre nuestro país y que todos estamos viendo? ¿Sabrá escoger proteger a la patria antes que favorecer su preferencia y afinidad ideológica con el belicista dictador boliviano del puño cerrado?    

También tienen algo que decir sobre este punto los políticos, los dirigentes sociales, los líderes estudiantiles, los estrategas militares. No se trata de una cuestión meramente técnica que compete a los que gobiernan. Lo que Evo está poniendo en riesgo es mucho más importante como para que toda la ciudadanía paraguaya comience a preocuparse y, sobre todo, a ocuparse


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